A veces, esta es una pregunta que ronda por la cabeza de las personas debido a que, inevitablemente es un hecho que ocurre cada día en el mundo. Disfrutar de cada momento y valorar la vida y todos los momentos que esta nos da es importante pero, ¿sabemos qué pasa cuando se acaba la vida? Mati Mestre Seguros explica cómo llevar este proceso de la mejor manera posible, sin imprevistos ni complicaciones.
Más allá del dolor que provoca esta situación, es esencial conocer y tener en consideración todos los trámites necesarios a la hora de afrontar la pérdida de una persona próxima o prevenir la de uno mismo, puesto que hay gestiones incómodas a tener en cuenta.
En este contexto, los seguros de decesos cubren la parte más administrativa del proceso, facilitando a las personas todos los trámites de una defunción y dejando lugar a la parte más emocional. Estas coberturas aportan tranquilidad financiera a los familiares en los momentos difíciles y las de AXA se diferencian, entre otras cosas, por ocuparse de todo el servicio funerario, el traslado a cualquier cementerio o la repatriación, así como de la asistencia familiar psicológica o jurídica.
La parte personal y emocional es la que más pesa en una pérdida, puesto que los sentimientos que una persona experimenta en estos momentos son variables. Dependen de cada situación, de la manera de sentir de la persona y de las relaciones personales forjadas. Tal como expone la Clínica Mayo, el luto es un momento inevitable para todas las personas y hay múltiples tipos: pueden provocar dolor, ira, aturdimiento o culpa. Además, se puede alargar más o menos en el tiempo y es ineludible, no se escoge ni se puede controlar.
Hay personas que se marchan más pronto de lo que se espera o lo hacen de repente por causas externas e inevitables, otros que cuesta de aceptar y gente que, a pesar de dar tiempo para asimilarlo, nunca es suficiente. Y es que la pérdida nunca se encaja porque vivimos tanto la vida cada día, que decirle adiós es complicado para todo el mundo.
Los seguros de decesos no eliminan el dolor, la tristeza o la pena, pero buscan facilitar a las personas las gestiones más engorrosas para que los seres queridos puedan centrarse en lo más importante: despedirse y arropar a los que se quedan viviendo por los que ya no están.